Es muy probable que Gigantes de Acero sea la mejor película de su director, Shawn Levy, quien ha trabajado más en el rubro de las comedias familiares fáciles. No significa, por cierto, que Real Steel destaque por su profundidad o trama intrincada, pero si es una película tremendamente eficiente y entretenida. De esas que una vez que te enganchas no te suelta hasta su final. Tiene buen ritmo, una excelente fotografía y está contada con nervio y maestría. Es como debe ser el cine: una película entretenida y punto. Basada parcialmente en el cuento Steel de Richard Matheson (el mismo de “Soy Leyenda”) le “debe” muchísimo al anime de todos los tiempos. Preguntémonos por ejemplo ¿por qué de todos los nombres probables que podría tener el robot protagonista, el escogido tiene que ser precisamente Atom, que en inglés no suena “demasiado cool? y luego recordemos que el dibujo animado con un androide más conocido de todos los tiempos es Tetsuwam Atom, al que probablemente recuerden más como Astroboy. ¿O por qué “Noisy Boy” (otro bot de esta pela) es del mismo color que Tetsujin 28, además de ser de origen japonés y tener simbolos en los brazos, igual que la vieja lata robótica japonesa? Creo que buena parte del buen ritmo de esta película se basa precisamente en esa fórmula mágica que el shonen de combate clásico usa tan bien: los ataques especiales, los oponentes con habilidades nuevas, la capacidad del héroe de encontrar el punto débil del enemigo y, especialmente, el poder asimilar golpes como los dioses y sobrevivir a la experiencia, parándose una vez más con la misma absurda tenacidad que tenía Seiya (por ejemplo). Y en esta pela (como en ese legendario manga de artes marciales llamado Noritaka) cada golpe duele con ganas, y también cada golpe tiene su sello de valor, coraje, heroicidad y honor; y eso se contagia rápidamente mientras los “ouch” se acumulan en la platea como hojas en otoño. A Levy le toma algo de tiempo organizar su película, pues lo suyo no son los dramas familiares, así que ese lado de la película es bastante formalito y se puede decir que hasta simplón (es decir, no esperen emotividad de esta parte de la trama), pero cuando las peleas empiezan todo cambia radicalmente y la película no cesa de emocionar hasta su final, que en contra de lo que podría pensarse no es todo lo feliz que podría ser. O al menos es algo más justo y lógico lo cual se agradece.
Años atrás Charlie Kenton fue un prometedor boxeador, pero algo se interpuso en su camino: el boxeo con seres humanos fue reemplazado por el boxeo con robots, los cuales son más espectaculares, no cobran nada y nadie sale herido. Han pasado 10 años y Charlie se dedica al boxeo de robots en las ligas menores y está endeudado hasta la coronilla. Y c0mo si fuera poco un pequeño niño llega a su vida. Max Kenton, hijo de Charlie y a quien no ha visto casi nada en esos diez años, debe ir donde su padre pues su madre acaba de morir. El problema es que Charlie no tiene la menor intención de cambiar su estilo de vida por la llegada de su hijo.
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